By Neri Daurella
En momentos de tribulación colectiva global como el que estamos viviendo ahora mismo son de gran ayuda los chats on-line que organizan algunos colectivos profesionales, para compartir experiencias y reflexiones, y entre ellos los que organiza la IARPP, con participación de psicoterapeutas y/o psicoanalistas relacionales de muchos países del mundo. Son coloquios (en inglés) en los que se palpa (no con las manos, claro) la proximidad emocional con seres humanos a la mayoría de los cuales no conoces personalmente, o conoces sólo por sus libros, publicaciones, intervenciones en congresos y jornadas, videoconferencias, etc.
Aprovecho la oportunidad de esta revista en español para transmitir una de mis aportaciones a esa correspondencia on-line, y dar una idea de lo que compartimos:
La primera, del 18 de marzo, fue estimulada por la lectura de una aportación de Mauricio Cortina, muy conocido por sus investigaciones sobre el apego, en la que mencionaba cómo esta pandemia le había conectado con el pensamiento de un gran historiador y sabio musulmán, Ibn Khaldun, (para nosotros Ibn Jaldún).
Mauricio escribía desde Maryland, y gracias a su aportación me enteré de que en el siglo XIV, este sabio había dicho que las sociedades, para sobrevivir y prosperar, han de tener asibaya (solidaridad colectiva). Googleé para tener más información sobre el sabio musulmán y me emocionó saber que era un historiador, sociólogo, filósofo, economista, geógrafo y estadista nacido en lo que ahora es Túnez, pero de origen andalusí, cuya familia había sido dueña de la Hacienda Torre de Doña María en la actual Dos Hermanas (Sevilla), y que actualmente se le considera como uno de los fundadores de la moderna historiografía, sociología, economía, demografía y ciencias sociales en general.
Y Mauricio Cortina conectaba el concepto del musulmán andalusí del s. XIV con la afirmación de Harry Stack Sullivan de que todos somos más humanos que cualquier otra cosa.
Reproduzco aquí mi aportación tras leer la de Mauricio:
“Queridos colegas, agradezco mucho a los organizadores de este coloquio on-line que nos permite compartir nuestros pensamientos y sentimientos en estos momentos. La pandemia del coronavirus nos ha confinado en nuestras casas y nos deja la vía virtual como la única forma de comunicación. ¡Afortunadamente disponemos de ella!
“Aunque el momento sea muy duro, me siento afortunada por diferentes razones: a diferencia de lo que ocurría en las epidemias medievales, aquí, en Barcelona, sentimos que, cuando nos piden que nos confinemos en casa, nuestro principal objetivo es no saturar nuestro Sistema Público de Salud, para poder cuidar a las personas más vulnerables, para las cuales el coronavirus puede ser letal. Para nosotros, acostumbrados a disfrutar de la vida en la calle, a un estilo comunicativo de gran proximidad física, a recibir turistas de todo el mundo, es muy difícil aceptar que ahora la mejor manera de cuidarnos y de cuidar a nuestra comunidad es encerrarnos en casa y mantenernos a dos metros de distancia de cualquier vecino. Las imágenes distópicas de la ciudad china de Wuhan, con todo el mundo encerrado en casa, las calles desiertas, y los tanques regándolas con desinfectante nos quedaban muy lejos. Era difícil creer que podíamos encontrarnos en una situación parecida al cabo de tan poco tiempo.
“Cuando vimos las calles italianas desiertas ya empezamos a entender que no vivíamos en un mundo privilegiado, inmune a las amenazas globales. Pero fuimos lentos a la hora de reaccionar. Por ejemplo, nuestra afición a salir a la calle a manifestarnos por diferentes causas ideológicas (feminismo, o nacionalismos de uno u otro signo) nos llevaron a cometer el error de correr riesgos innecesarios (líderes políticos que asistieron a estas manifestaciones ahora están contagiados por el coronavirus). Hemos tardado en darnos cuenta de que también nosotros somos vulnerables.
“Ahora recuerdo la película surcoreana “Parásitos”, que ganó muchos Oscar este año, en la que se hacía evidente, entre otras cosas, cómo la misma tormenta puede verse como un espectáculo muy estético desde los grandes ventanales de la casa de la familia rica y al mismo tiempo inundar el semisótano donde trata de sobrevivir la familia pobre. Pero, lo mismo que en la película, creo que la crisis del coronavirus puede poner de relieve la gran vulnerabilidad de nuestro mundo globalizado: nuestro narcisismo (que nos hizo creer que podíamos vivir en un mundo privilegiado, y poner coto al flujo de inmigrantes que huyen del hambre y las enfermedades en Africa, por ejemplo, construyendo muros a orillas del
Mediterráneo, lo mismo que Trump en la frontera con México) nos ha cegado ante la realidad de avisos como los del cambio climático y los movimientos migratorios, que nos recuerdan que nuestras sociedades privilegiadas son más vulnerables de lo que pensábamos.
Por eso me ha gustado tanto la referencia de Mauricio Cortina al gran historiador musulmán Ibn Jaldún, cuando dice que las sociedades para sobrevivir y prosperar necesitan la solidaridad colectiva. Para ayudar a nuestros pacientes y a nosotros mismos hemos de tener muy presentas estos valores y no vivir convencidos de que somos “a happy few”, unos pocos felices.”
Neri Daurella is a Clinical Psychologist and Psychoanalyst in the Spanish Psychoanalytical Society, Barcelona.
The text has been published in Clínica e Investigación Relacional, 14 (1): 272-274.